Ah, el justicialismo puntano… esa entrañable maquinaria política que alguna vez fue sinónimo de pueblo, lucha y federalismo. Hoy, más bien, parece un local exclusivo con portero de traje y lista VIP. Y adivinen quién maneja la entrada: Alberto Rodríguez Saá, el único expresidente de partido que cree que la democracia es como su casa de campo: si no sos de la familia, no entrás ni con GPS.
Se viene la interna del PJ el 3 de agosto. O al menos eso dice la convocatoria. Porque interna, lo que se dice interna, sería si dos o más personas pudieran competir. Acá lo que hay es una especie de torneo medieval, donde para anotarte necesitás siete sellos, tres bendiciones, dos abluciones, un ritual chamánico y —por supuesto— la mirada misericordiosa del Supremo Compañero Alberto I, Duque de Terrazas y Guardián del Cierre.
¿Querés presentarte? ¡Genial! Solo tenés que no haber militado en otro partido, no formar parte del gobierno actual, no tener autonomía de pensamiento, no haberle dado like a un posteo de Frontera y, de ser posible, no haber nacido fuera de los predios de la Fundación «Yo Soy el PJ».
Y si pasás todos esos filtros, todavía te falta lo más jugoso: una certificación de idoneidad firmada por consejeros leales a Su Santidad. Porque, claro, esto no es una elección, es un casting para reemplazar a Piñón Fijo, pero sin tanto color.
Lo irónico es que lo presentan como un acto democrático. ¿En serio? Esto es como invitar a todo el pueblo a una fiesta, pero después cerrar la puerta con traba, cadena, perro, y francotirador. “Sí, claro que hay internas. Lo que pasa es que justo, justo, justo casi nadie cumple los requisitos.”
Y así, el partido que fue columna vertebral del movimiento nacional hoy es un consultorio vacío, con horario restringido y recepcionista hostil. El justicialismo ya no es del pueblo: es de un Excel, una planilla, y un reglamento redactado entre gallos, medianoches y asesorías jurídicas con miedo al voto.
La verdad es que esto no es un operativo blindaje. Es un operativo encierro. Y no encierro del poder: encierro del miedo. Porque un líder que necesita inventar requisitos para evitar la competencia no es fuerte. Es débil. Y lo sabe. Y por eso juega al ajedrez con peones de yeso y tableros inclinados.
Pero no se preocupen. A este ritmo, la próxima interna del PJ será en una cabina telefónica. Con eco. Y sólo para aquellos que puedan decir “Alberto es el único” sin que se les note la náusea.